Huele a ternasco, suenan unos instrumentos muy bien tocados por Los Artistas del Gremio en la piel de The Blues Brothers, hay cerveza… La noche promete, más cuando Bruce Springsteen está por medio. Y no es que estuviera por la Carpa del Ternasco, pero sí la persona que conozco que más se le parece: Sergio Gisbert con los Spirits in the Night.
«Well my soul checked out missing as I sat listening, to the hours and minutes ticking away…». Primeras notas de una canción que a todos nos pone de buen humor de inmediato: «Better Days». Y le sigue otra de esas de autoayuda, que digo yo, porque es escucharla y sacar fuerzas y ánimos, venirte arriba con la vida: «No surrender».
Y con estas dos canciones ya vemos el nivelazo encima del escenario, que casi casi está poblado por tanta gente como si de una E Street Band se tratara. Hay un violinista que no para y a veces también coge el saxo con entrega (Jaime Lapeña), otro saxo que también toca el teclado (Jorge Clavia), teclista (Jaime Sierra), batería (Héctor Salvador), bajo (Diego Herrero) y tres guitarras: la eléctrica de David Velázquez; David Oliver alterna la eléctrica con la acústica; y por último la de Sergio Gisbert, ese gran showman y vocalista mañico.
Con ese despliegue más buenas dosis de talento, es normal que sonara tan bien todo el concierto (a nivel musical, no a nivel técnico). De algunas canciones se ofrecían unas versiones distintas e interesantes, sobre todo instrumentalmente hablando. ¿Qué me decís de este «Brilliant Disguise», canción que adoro?
La banda tributo a Bruce Springsteen se formó en 2003 en Zaragoza, con unos conciertos en el Cadillac Café que tuvieron muy buena respuesta por parte de los zaragozanos. Esto hizo a Sergio Girbert ir más allá y pasar del formato acústico al eléctrico, más elaborado, puesto que la banda pasó a estar compuesta por 6 músicos zaragozanos. Desde entonces, Spirits in the night estuvo tocando cada año en las Fiestas del Pilar en la Sala Zeta: 11 años de una cita ineludible con los imitadores de Bruce que ponían la banda sonora oficial de las convenciones de fans en España y el extranjero…
La Carpa del Ternasco estaba poblada por una mayoría de personas de 30 a 60 años, y lo sabemos por una especie de censo con levantamiento de mano al que nos sometió Sergio. Es normal que fueran a ellos dirigidos los greatest hits de hasta los años 90, principalmente; además porque son muchas de las mejores canciones. «Los éxitos de M80», los llamaba el cantante, puesto que eran un picoteo por las canciones más importantes de cada disco, con mayor protagonismo de Born in the U.S.A. pero haciendo un recorrido desde los setentaymuchos hasta los noventaypocos.
En «Human Touch» nos quedamos todos atrapados en ese grito gutural con tanto sentimiento, hipnosis de la que después nos despertó «The ties that bind», lo cual me hizo reflexionar sobre lo bonito de los lazos que nos unían a gente tan distinta en esa carpa, y de tan variada edad, como había quedado demostrado.
Llegó, de repente, sin anestesia, casi sin pensar que podría ser ella. «Una vez me preguntaron en la radio que cuál pensaba que era la mejor canción del mundo. Yo dije que no sabía cuál era la mejor, pero sí la más bonita», decía Sergio. Y, claramente, llegaba Thunder Road. Una siempre piensa que Thunder Road va a ser la última, además la última detrás de las últimas de los bises, la que de verdad es un adiós. Y muchas veces es así, pero ayer, por ejemplo, llegó más o menos hacia la mitad del concierto. Así que por inesperada, fue un bonito regalo, como siempre que se escucha, y sonaba así:
¿Os cuento un secreto? Yo cada vez que la escucho sí que pienso que sea la mejor canción del mundo. Por su letra, por sus instrumentos, por su harmónica, por ese estribillo que no existe, por sus oes, por su ritmo, por una historia de la que tantos y tantos nos sentimos partícipes… que es como una nana que hayamos escuchado desde pequeños y nos reconforte. «It’s a town full of losers, I’m pulling out of here to win».
Pero el show siguió y subió. Y llegó «Badlands», que es una canción que a mí me levanta del suelo, me hace gritar y desgañitarme, y freír la oreja al que tengo delante (lo siento, señor calvo…). Hace que dejes todos tus males en ese territorio inhóspito en el que no quieres quedarte, que sueltes tu peor parte y te quedes con la mejor.
Yo creo que llegados a este punto, el concierto ya habría sido perfecto. Pues siguió mejorando con un «Because the night» como un aquelarre. Después, Sergio Gisbert nos preguntaba: «¿Tocamos otra de la radio para que os vayáis a la ribera a saltar como locos?», y comenzaba una «Born in the U.S.A.» no tan atronadora como la original, cosa que se agradecía con ese sonido intenso y la compensación instrumental. Emoción en «The River», aunque carente del silencio que algunas necesitamos para escucharla en condiciones, pues la carpa bullía. Y eso se demostró en las siguientes «Hungry heart» y «Dancing in the dark» con Courtney Cox bailando en el escenario incluida, a pesar de que éramos muchas las buenas candidatas.
Después de gritar con todas nuestras fuerzas eso de «Tramps like us, baby we were born to run», todavía tuvimos que levantar más la voz para pedir otra, y llegaron los bises. Sonaron ritmos countries de cosecha propia de Sergio Gisbert; la siempre happy y popera «Waiting on a sunny day»; la adorable locura instrumental de una «Cadillac Ranch» que no permitía parar el cuerpo y, finalmente, «Glory Days» o una forma de terminar en la gloria, porque ahí es donde nos situamos en conciertos tan grandes como el de los Spirits. Qué placer poder participar de algún día glorioso de esos, ahora ya, ¡hasta el año que viene!