¿Eres de l@s que han visto cien veces «Titanic»? ¿Es tu peli favorita? ¿Te gusta tanto que hasta fuiste al cine a verla en 3D? Si la respuesta es sí, o si aunque no llegues a ese nivel de frikismo te apasiona la historia del buque, tienes que ir al C.C. Augusta. Más pronto que tarde, aunque hasta abril tienes tiempo.
Spoiler para quienes no lo supieran (así que solo es un spoiler a medias, pero que debe ser aclarado por si acaso): Jack y Rose no estuvieron en el barco realmente, no existieron más que en la pantalla; pero los personajes de ficción están formados por pequeños detalles e historias de personas que sí se embarcaron en el Titanic en abril de 1912 con sus ilusiones, sueños y proyectos.
Pero comencemos por el principio: las entradas. Si tenéis algún hueco durante el lunes, es el mejor momento para ver la exposición, por dos razones: una emocional, porque no creo que haya mejor manera de empezar la semana que con una historia fascinante; y otra práctica, puesto que la entrada cuesta solo 6 euros. De martes a viernes, la entrada general vale 9 euros y la bonificada, 7. Los sábados, domingos y festivos sube un euro más, es decir, 10 y 8 euros. Entran en el grupo de entradas bonificadas los menores de 7 a 18 años, estudiantes, quien tenga carnet joven, miembros de familia numerosa, jubilados, minusválidos y desempleados.
Antes de subirnos al barco hay que hacerse la sagrada foto de embarque, como en todo buque que se precie. Al final de la travesía podréis decidir si os queréis llevar el recuerdo o no. Tras la foto, os colocarán el audioguía, que va incluido en la entrada y que es muy cómodo. El sistema normal de audio en las exposiciones es ese aparato con forma de teléfono de los 90, pero en esta es un manejable reproductor de mp3 con unos auriculares que permiten mucha libertad de movimiento y concentración en la narración.
Esta narración del audioguía está muy cuidada, con una compensada mezcla de datos, descripción y anécdotas, acompañadas por efectos musicales y de sonido, así como testimonios de pasajeros del Titanic. Lógicamente, la historia y la exposición comienzan en los inicios del proyecto de Lord William Pirrie y Bruce Ismay: el nacimiento de la idea, su desarrollo y el espectacular resultado.
10.000 millones de dólares de 1912 costó la fabricación del Titanic con las mejores calidades, cantidad que hoy en día equivaldría a mil millones de euros. Como ya se sabe, el buque tenía unas medidas de récord hasta ese momento. Contaba además con unas medidas de seguridad muy avanzadas, basadas en un sistema de compartimentos estancos, que hacían que fuera «prácticamente insumergible». En realidad, ningún barco podría construirse jamás con esa característica. Esta primera sala, además, alberga elementos curiosos como un tintero recuperado, la lista oficial de pasajeros o el menú de botadura.
Capitaneados por el capitán Smith y a una velocidad de 22 nudos -que sigue siendo la velocidad máxima de muchos cruceros de hoy en día-, llegamos a una minuciosa y bonita maqueta del Titanic, que es la pieza que más me ha gustado de la exposición.
Como si nos introdujéramos en el interior de la maqueta, nos disponemos a descubrir cada uno de los lugares que compusieron el Titanic, así como las historias y personas que durante cuatro días le dieron vida. El mayor acontecimiento a bordo eran las comidas, por lo que se dice que el Titanic era el mayor restaurante flotante. Y después de una buena comilona, nada mejor que un paseito por la despejada cubierta, o una siesta frente al mar.
Por todos es conocido que en el Titanic, como en la época, había una clara distinción de clases sociales que se reflejaba en el tipo de pasaje que se compraba en el barco. Primera, segunda o tercera clase. Nuestro recorrido va de abajo a arriba, descubriendo a aquellos que poblaron los camarotes que se recrean.
¿Recordáis el famoso colgante del diamante azul que Caledon le regala a Rose en la película? A él nos recuerda este otro que podemos ver de cerca, perteneciente a una joven enamorada que viajaba en tercera clase con su amado. Junto a la joya, las llaves de una maleta que todavía descansa en el fondo marino…
De amor estaba lleno el barco, del mismo modo que lo está la exposición que recuerda esos grandes romances. Edvuard y Gerda Lindell protagonizan una de las historias más bonitas del Titanic: viajaban en tercera clase y cuando se percataron de que el barco se estaba hundiendo, todos los botes habian sido arriados. En su desesperación, se lanzaron al agua y se agarraron a un bote casi inundado. Estaban congelados debido a la temperatura del mar y era muy complicado moverse; aún así, Edvuard consiguió subirse al bote. Gerda no lo logró pero otro pasajero le sujetaba de la mano -no obstante, si se hubiera subido, el bote se habría hundido- hasta que no pudo más. Le soltó la mano y Gerda se hundió en el agua helada, quedando su anillo en el bote.
Para los de tercera clase, este viaje era todo un lujo porque podían disfrutar de ser servidos, pese a que había normas estrictas para ellos como el apagado de luces y la existencia de un calabozo previsto ante posibles conflictos.
A través de un lujoso pasillo pasamos a una suite de primera clase, cuyo pasaje costaría hoy unos 80.000 euros. Estancias de materiales de primeras calidades con las que muchos de nosotros -que seríamos de tercera clase- seguimos soñando.
Entre sus pasajeros se encontraba el creador de Macy’s y su esposa, Isidor e Ida Straus. Como a él no le permitieron montar en el bote salvavidas, ella tampoco se montó. Se les vio por última vez abrazados en una tumbona de cubierta mientas el barco se hundía.
Hubo pasajeros que desde el primer momento tuvieron sensaciones negativas y premoniciones respecto al Titanic. El mismo escalofrío debió de sentir el vigía que, de repente, vio ante sus ojos un enorme iceberg en la trayectoria del buque. Tan solo unas décimas de segundo se le permitieron al capitán para tomar una decisión de la que dependería el destino de todos los pasajeros. Intentó una maniobra, pero no pudo evitar la fricción. Demasiados compartimentos estancos quedaron abiertos al mar. Y comenzó el caos, el miedo, la desesperación, el fin.
No es cierto que se encerrara a la gente en tercera clase, pero la tripulacion no se dedicó a salvarlos con tanto esmero y por eso fue donde mayor número de muertos hubo. Sin embargo, la mayor parte de los fallecimientos no fueron por ahogamiento sino por congelación. En un agua a cero grados, una persona solo puede vivir unos 25 minutos. Si nos parece exagerado, la exposición nos permite sentir esa sensación en nuestras propias carnes con la presencia de un iceberg que nos completa la experiencia y que me parece una auténtica pasada sensorial.
Pese a lo crítico de la situación, hubo quien no dejó de trabajar durante aquellos momentos: los trabajadores postales comunicaban a toda velocidad lo que iba ocurriendo, mientras que, en cubierta, los músicos no paraban de tocar. No se salvaron, ni lo intentaron.
¿Por qué había tan pocos botes? La respuesta se encuentra en las últimas salas de Titanic, The Exhibition, en las cuales se pueden conocer las razones y causas de la tragedia. Una historia alrededor de la cual hay mitos y leyendas, pero una única verdad. El Carpathia solo pudo rescatar a 730 personas y recoger a 14 botes.
El sueño de encontrar al Titanic es casi tan antiguo como la tragedia en sí. Tras 73 años se localizó, en 1985. El final de esta exposición está compuesto por los nombres de todas las personas que fallecieron en el hundimiento.
Al terminar el viaje, sentimos que hemos conocido mejor la auténtica historia del Titanic a través de las emociones, porque son lo importante de esta travesía sin final feliz. Es algo que solo se puede sentir. No es la historia de un barco, sino de las más de 2.000 personas que viajaban a bordo. Tantas personas que, cuando los relojes marcaban las 2:20 de la madrugada, no tuvieron más remedio que lanzarse al agua mientras los músicos tocaban «Cerca de ti, señor» en cubierta.
Me habréis visto especialmente entusiasmada y tampoco es que sea yo una fanática de Titanic ni de Leonardo DiCaprio (lo justo y necesario), pero cuando las exposiciones están bien hechas y te aportan tanto que hacen que te apasiones con un tema, me entran ganas de aplaudir con las orejas. Y de que los demás vivan lo que yo he vivido y disfrutarlo, porque merece la pena.
Merece la pena la historia de un buque que llevaba los sueños y esperanzas de tantas personas. Ese es el mejor equipaje y la mayor pérdida de una tragedia que ha creado muchos mitos y leyendas a su alrededor. Y es que el Titanic, finalmente, es un buque insumergible que sigue vivo, especialmente estos días en la capital del Ebro.
que chulo¡¡¡¡¡¡ ya tenia ganas de visitarla …ahora mucho mas ¡¡¡ genial post BEA ¡¡¡
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