El directo del rockero sigue siendo brillante pero se va desplazando hacia un estilo más calmado, con esa voz tan bien domada que a veces es muy melódica y otras casi tan grave que recuerda a Leonard Cohen, una voz intensa y muy personal que nos hace levantar de la silla tan pronto como nos deja sumergidos en un duermevela precioso.
Elliott Murphy y Olivier Durand -un dúo fabuloso donde los haya- cerraban ayer el II Festival de Guitarra de Zaragoza en el Teatro de las Esquinas, en un concierto en el que además Murphy presentaba su reeditado «Aquashow», así como el documental «The second act of Elliott Murphy».
Así de resplandeciente estaba el Teatro de las Esquinas por la visita de Elliot, y es que los sombreros son algo muy característico de este artista que es todo un señor. Siempre sale con unos trajes y un estilo impecables que le hacen ser el rockero más elegante que yo he visto. A mí tanto su vestimenta como el escenario que prepararon me transportaban un poco a un espectáculo de magia.
Dos mesas cubiertas por manteles brillantes, con agua y poco más, dos guitarras, dos micrófonos y dos taburetes que, por suerte, emplearon poco. Con esta sencilla escenografía podía comenzar la magia, y comenzó una gran canción:
There’s the last of the rock stars and me and you. Rock ‘n roll is here to stay, but who will be left to play.
Una frase acertadísima para definir este concierto. Así que con las bases sobre la mesa, dábamos por inaugurado el show y nos quedaban por delante dos horas de una música que pone la carne de gallina. Y que obliga a mover la cabeza, el pie o lo que sea. Si no que se lo digan al cabezón de delante mío, a cuyo compás tenía yo que mover los ojos; o al de las patadicas de detrás, gracias a quien retumbaba toda la grada.
Pero sin esos pequeños detalles, el ambiente no sería lo mismo. Sería mejor. No, que es broma. Con estas pequeñas anécdotas llegaba ese ritmo country que a veces rozaba el hip hop en una versión de «Sweet Honky Tonk» que nos encantó.
¿Habéis escuchado las guitarras de esta canción? Fue una auténtica locura, una maravilla. No en balde estábamos en el Festival de la Guitarra de Zaragoza. Elliott Murphy es un artista completo y toca muy bien su Taylor 614CE negra, pero ¿qué me decís de Olivier? Yo no puedo sino volverme loca: creo que es un verdadero genio de los acordes, que tiene un don y no en vano está considerado uno de los mejores guitarristas de la actualidad musical. Y para muestra, un botón:
Alucinante, ¿verdad? El público no podíamos parar de animar y aplaudir y agradecer semejantes muestras de virtuosismo. Me podéis llamar exagerada pero lo voy a soltar igual: a mí esa delicadeza tocando la guitarra que tiene Olivier Durand con su Taylor 412CE me recuerda a Paco de Lucía con su La Maestro. Ambos son seres venidos de otro planeta para hacernos vibrar con su arte.
Otro argumento más para este símil: Olivier también diseña y crea sus propios instrumentos. Por eso nos sorprendió con la magnífica introducción de su «dulcie». Yo la había visto en su Instagram, pero si vosotros no sabéis todavía de qué se trata, podéis verla y escucharla en el siguiente vídeo.
Poco a poco llegaron temas relajantes y emocionantes que llegan al corazón, pero que tienes que mantenerte muy alerta para no dejarte llevar por ellos adonde la melodía quiere. Fue el turno de «I want to talk to you», «Take your love away» y «You never know what you’re in to», con esa armónica -siempre me entra un dilema que para qué con la palabra «armónica» porque en latín es con «h» y tengo esa imagen mental, pero la RAE dice que con «h» es poco usada, así que debería mentalizarme de «armónica» y no «harmónica», pero me sale solo a veces- final que nos sumerge en el duermevela hechizante del que os hablaba antes.
Y es que la voz de Elliott Murphy es muy de ensueño, de gran mago que todo lo ve como en Oz, y que te lo cuenta de una forma admirablemente bella. Suerte que también es un simpaticón. Nos contó muchas cosas graciosas, como que pese a todos los años que lleva viniendo a España no sabe decir mucho más que «chica muy guapa», «cuajada», «cerveza»; y la única frase completa que sabe es «perro come manzana». Olivier, en cambio, sabe más español y hace el esfuerzo por nosotros.
En estos monólogos entre canción y canción llegó el titular de la noche, que no lo he puesto más arriba no sea cosa que alguien se lo crea. Elliott Murphy ha venido a Zaragoza más de una quincena de veces (16, en concreto, je, je), según sus palabras, porque «incluso Michael Jackson ha estado». La frase con la que finaliza este párrafo es una rotunda -y atrevida- afirmación, atención: «La capital del blues en España es Zaragoza». Nada más y nada menos. Pero creo que los programadores culturales no se han enterado de ello…
También hubo tiempo para las dedicatorias: a Elvis Presley con su pertinente «On Elvis Presley’s Birthday», puesto que hubiese sido el 8 de enero; y a los artistas que nos han dejado en 2016, especialmente David Bowie. Momentos melancólicos que nos permiten coger aire para la verbena final, en la que actúan «A touch of kidness» (que me encanta y que dejó unos instrumentales de aúpa con Olivier) y una nueva versión de «Last of the rock stars» festiva y divertida, como podéis comprobar en el vídeo.
Saltamos y nos desquitamos con ese «Shout» que a todos nos encanta -al público y a los rockeros-, y los artistas hicieron amago de despedirse. Pero Elliott volvió en mangas de camisa (fue un milagro que aguantara tanto rato con esa chaqueta de pana) y hasta cuatro bises que terminaron con una divertida capella entre el público nos regalaron.
Al salir, fotos y una adquisición preciada: el documental «The second act of Elliott Murphy», en una versión ampliada con entrevistas a Bruce Sprinsteen, Billy Joel y Willie Nile. ¡Me muero de ganas de verlo! Siempre es un placer tener la posibilidad de conversar con los artistas al salir de los conciertos y poder tener un recuerdo de esas experiencias tan mágicas.
Porque, al final, lo que Elliott Murphy y Olivier Durand hacen en el directo es pura magia: conseguir arte de la nada y que por un momento nos podamos olvidar de todo para rendirnos a la sublime belleza y emoción que transmite algo tan efímero como la música. Efímero pero inolvidable gracias a dos magos del rock que han sido dotados de unas capacidades extraordinarias y, por suerte, lo comparten con quienes sabemos apreciarlo y disfrutarlo. A esto le sumamos una experiencia que hace que sus conciertos estén digeridos, pensados y madurados.