Me lanzo a la piscina: «La La Land» (Damien Chazelle) es la película más bonita de 2017. Habrá otras más completas, con un mejor guión, con una mejor interpretación, con un argumento mejor… Pero no tendrán esa belleza en pantalla que te obliga a sonreir como una tonta durante dos horas. ¿Qué os parece la frase del titular? Creo que es la que mejor define la película.
Me explico: cada fotograma, cada escena de «La La Land» están muy pensados estéticamente y consiguen una obra bonita a rabiar. Además, en los momentos en los que la narrativa avanza de forma más rápida, que son los mejores, se hace desde un lenguaje audiovisual impecablemente novedoso. Pasa como en «Up»: una maravillosa historia de amor puede ser contada en 4 minutos y, además, con una gracia encantadora.
Cierto es que en un par de momentos (estoy pensando sobre todo en uno, en ese baile en las estrellas), a los guionistas se les va de las manos: no había necesidad de flotar, no después de escenas como la del fotograma que muestro en la imagen de portada. Aunque tendrá algo más de sentido al final. Y llego a la palabra mágica: final. No pienso decir nada que os lo fastidie pero sí que me pareció un final de los buenos, más o menos predecible pero que nos permite ver, desde nuestra perspectiva omnipresente, lo que pudo haber sido. No digo más.
En cuanto al argumento, ya os sonará. Ella, Mia, Emma Stone, tiene un Prius y quiere ser actriz pero trabaja en la cafetería de la Warner Bros. Él, Sebastian, Ryan Gosling, tiene un Chevrolet descapotable de los años 70. Se ve quién es el romántico de la pareja, ¿no? Aunque los dos tienen un poco de eso, claramente. A lo que iba: Sebastian es un pianista que sueña con abrir su propio club de jazz porque no está dispuesto a dejar que su música muera, en la era Spotify.
Al principio se puede dudar varias veces de en qué época de Los Ángeles nos encontramos, con esa estética vintage y naive que tan vistosa queda. Es una era contemporánea en la que las celebrities se horrorizan ante el gluten, aunque eso poco importa porque el mensaje es universal y atemporal: lucha por tus sueños, aunque no tengan ni pies de cabeza, aunque todo parezca estar en contra. Como hizo el director de la obra, Damien Chazelle, que tuvo que pasar por 5 años de rechazos a su proyecto hasta conseguir que Lionsgate apostara por él. Entonces pudo ver realizado su sueño, y es un sueño en el que estamos todos embrujados.
«La La Land» es de esas películas que te invitan a no pensar en tu montón de problemas durante dos horas, a sustituir el pesimismo por la esperanza, a recordar que «all you need is love», a veces, que aunque tengas que renunciar a algunas cosas por alcanzar tus sueños, merecerá la pena. Llega al corazón a ritmo de jazz y con pasos de baile; porque sí, es un musical, pero muchas de sus canciones son una delicia, y su banda sonora se vuelve un bálsamo para nuestros oídos que a veces te hará pensar que estás en un concierto y que tienes que aplaudir al terminar la pieza.
Termino ya: me habría quedado con todos y cada uno de los vestidos y estilismos que aparecían en la película. Es una oda al color, a la alegría, a la vida. A la actitud que nos conviene: la de seguir adelante pese a todo para lograrlo, que si crees en ti misma podrás. Y es un canto al amor, un amor enriquecedor y nada tóxico, que por eso mismo quizás no pueda ser, pero que también merecerá la pena.
«La ciudad de las estrellas», como se ha traducido al español mal que me pese, no tendrá mucha acción ni unos tiempos equilibrados, pero tiene ese mensaje reconfortante bien vestido que nos hace ser felices. Esa actitud que solo los valientes pueden mantener en una época en la que los románticos parecen tener poca consideración. Tiene forma de estrellas de colores, sonido de jazz y movimiento de claqué: un vestido vaporoso y vistoso en cuyo interior se encuentra un mensaje igual de bonito y necesario en nuestras vidas, el de la perseverancia, que nos elevará hasta el cielo.
A mí me vale para decir que es la película más bonita que voy a ver este año.
La he visto sin verla gracias a tu alianza con la palabra bien dicha. Eres maestra en la definición y cronista apasionada. Mantén ese toque único que te diferencia. Un abrazo
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Muchas gracias por tus palabras!! Me animan mucho a seguir escribiendo 🙂
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Buena reseña, que coincide en bastantes aspectos con la que yo colgué la semana pasada en mi blog (sí, es publicidad rastrera, lo sé 🙂 ). Personalmente, con el poso de varios días tras verla, me quedo con la labor de Chazelle: estoy de acuerdo en que cada plano está pensado al milímetro, pero no por ello resulta una sucesión de escenas sin alma, sino que la estética es un complemento perfecto para una historia romántica.
Sin embargo, me sigo resistiendo a llamarla musical: la parte dialogada y narrada es mayor que la musical, y la trama, de hecho, no avanza gracias a los números coreografiados (enorme el primero, por cierto)… aunque esto es hablar por no callar. Podemos decir que «La la land» (me niego, sencillamente, a nombrarla por el título alternativo ese que se han cascado en España) es un musical, nos entendemos todos y no se me caen los anillos por ello, que tampoco es plan de ponerse taxonómico 😀
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