Unas hamburguesas de lo más “Kukys”

«Es un restaurante que está en un chalé y cada habitación es un comedor, decorado a lo años 50 y está todo buenísimo». Con esas indicaciones de mi amiga Marta de Distrito Tokyo sobre el Kukys Place (calle Agustin de Quinto, 4) ¿¡cómo no iba a estar deseando ir a probarlo!?

Así que este sábado, que después de cenar íbamos a ir al concierto gratuito de Mägo de Oz en las fiestas del Arrabal, era el día perfecto. Salimos del trabajo, aparcamos a la primera y estábamos admirando lo chulo que el Kukys Place es por fuera cuando nuestros amigos nos presentaron a la dueña: una simpática Kuky que no podía parar de aquí para allá y que nos contaba que a mediodía había tenido una comunión. Y es que no nos extraña nada el éxito del negocio, ya que Kuky ha tenido muy buen ojo, lo cual va acompañado de un gran trabajo en equipo, que es lo principal.

Al entrar, un diner americano decoradísimo de ilustraciones poperas, carteles de películas y portadas de discos en una combinación de colores rojos y blancos: ¡que comience el rock and roll! Nuestra mesa estaba arriba, en uno de los tres comedores que forman la primera planta. Y es que el planteamiento es el siguiente: coges uno de esos monísimos chalés de la zona del colegio La Salle, le quitas muebles y puertas y te quedan un montón de espacios diferenciados en los que meter mesas, convirtiéndose en comedores con diferentes temáticas.

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Lo mejor de ir a los sitios con expertos repetidores es que saben recomendarte la pinta y los nachos Speedy Gonzales (con queso, carne y frijoles): que empiece la fiesta. Y entonces nos ponemos manos a la obra con una carta extensísima, no solo en productos sino también físicamente.

Parecía que estuviéramos leyendo un periódico en el que aparecían un montón de personajes ilustres, pues todos los platos tienen nombres de famosos de aquí y de allá. Por ejemplo, estaba Paul Newman, la mejor hamburguesa de la ciudad según «Un buen día en Zaragoza»; Bukowski, Blue Brothers… hasta Sho Hai. Finalmente, me decidí por una Tina Turner con boletus que podía acompañar con patatas o con ensalada de col. Entre mis acompañantes, una hamburguesa cajuna y dos burritos más grandes que nuestras cabezas.

Estaba muy rico todo, las hamburguesas al punto que habíamos pedido y los burritos más contundentes no podían ser. Sin embargo, me gustó mucho la cantidad porque te deja un hueco para el postre, y es que la carta de postres es otra locura de las gordas. Todas las tartas americanas, batidos y dulces que te puedas imaginar estaban en la última página de la carta esperando a que me decidiera. Al final me fui a lo clásico, a uno de mis favoritos (aunque tengo muchos): una Bugs Bunny o carrot cake casera que estaba de escándalo; ese frosting podría conquistar países. También cayeron en la mesa una tarta de queso con Oreo y otra de cerveza negra.

Cuando pedimos la cuenta, ahora sí que sin hueco para nada más, salimos a unos 20 euros cada uno, pero es que habíamos comido y bebido como príncipes gitanos; en resumen habíamos disfrutado mucho de la cena y el sitio, así que bien invertidos. Con nuestra «ligera» pesadez nos dirigimos al concierto de Mägo de Oz debajo de mi casa.

La carpa de las fiestas del Arrabal estaba inundada de pequeñas cabezas pegadas a brazos en alto que subían y bajaban cuando Mägo de oz tocaba uno de sus clásicos:

Cuando llegamos, el concierto ya había empezado y de hecho sobre el escenario se estaba produciendo una colaboración que nosotros desconocíamos. En el programa de fiestas ponía que empezaba a las 23h, en otros lados que a medianoche (lo cual, como os digo, no pasó) y otros decían que había empezado a las 22h. Así que no os puedo contar cuánto duró pero yo creo que es lógico que fuese de 23 a 00:45 porque la hora de cierre sí la sé.

Pensaba que iba a haber mucha gente pero no me esperaba que junto a la carpa hubiera un volumen de gente similar al que había dentro de ella (donde nos escontrábamos nosotros, bastante lejos de la barra, por cierto) ni que hubiese gente desde el otro lado de la carretera y en la colina del parque de enfrente, más todos los que estaban por las ferias. Así que desde donde pudimos vimos las últimas canciones de un grupo que a todos nos trae buenos recuerdos porque han sido responsables de esas bandas sonoras de alguna época de tu vida; en nuestro caso, de la adolescencia. Y todos asociamos esa «Fiesta pagana» a las fiestas del pueblo u otros momentos realmente divertidos, así que la disfrutamos en vivo y en directo por primera vez en nuestras vidas:

En otras circunstancias, escuchar esa canción significa que estás en medio de una noche que promete, pero en esta ocasión nos podíamos retirar a dormir con el buen sabor de boca de una noche redonda. O lo que la disco-móvil nos dejase.

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