La Casa Solans es una casa que embelesa al pasar por fuera, genera una atracción por ese estilo ecléctico que la hace tan llamativa en plena avenida Cataluña. Y también tuvo que ser así en su época, rodeada de fábricas, edificada a modo de casa de campo o capricho de la familia Solans desde el que poder vigilar sus empresas.
Desde que vivo en el Arrabal me encanta caminar por el perímetro de esta casa y siempre le saco fotos, me fijo en alguno de sus detalles y suspiro soñando con que la alquilo. Por eso os conté que me daba mucha rabia no poder visitarla nunca y, cuando por fin permitieron las visitas guiadas, tardé poco en apuntarme a la lista de espera. Pero si yo me apunté a principios de mayo (comenzaron a abrirla en abril), no me dieron cita hasta el 2 de septiembre, para que os hagáis una idea. Ahora me parece que ya no hay que esperar tanto, pero lo cierto es que esta casa despierta un interés en todo aquel que la conoce.
La visita guiada de Zaragoza Turismo vale dos euros y dura aproximadamente una hora. Durante ese tiempo se ve detenidamente el exterior y el interior, aunque tengo que adelantar dos cosas sobre su interior, que para nada es como yo hubiera imaginado:
- La Casa Solans estuvo abandonada tantos años que los vecinos de Zaragoza, siempre tan concienciados con nuestro patrimonio, se llevaron prácticamente todo lo que en ella había de valor. Y no solo eso, sino que usaron esta joya arquitectónica como «peña» a la que ir a fumar y hacer hogueras, de modo que algunos de sus fantásticos suelos originales están, literalmente, quemados.
- Cuando por fin el Ayuntamiento de Zaragoza terminó de restaurarla en 2006, que le costó Dios y ayuda, la casa albergó la sede provisional del Secretariado del Agua de Naciones Unidas. Como consecuencia, su interior se destinó a algo tan funcional como son unas oficinas, por lo cual no tiene mucho misterio y eso acabó con la mitad de la magia que yo me esperaba vivir.
Pero no se vive de ilusiones y ya es un logro que la Casa Solans se pudiera recuperar como se hizo después de tantos años de saqueo: se llevaron todos los baldosines y piezas que tenían un mínimo de valor, desnudando al esplendoroso edificio que podemos ver hoy en día.
Juan Solans se habría echado las manos a la cabeza si hubiese visto el estado en que su preciosa casa de campo -construida para el recreamiento y el deleite de los sentidos- presentó desde los 70 hasta finales de los 90. Lo podéis comprobar en el blog «Zaragoza Ayer y Hoy» mediante sus comparativas gráficas.
Pero vamos a repasar un poco su historia: Don Juan Solans era un industrial que tenía su fábrica «La Nueva Harinera» en el Arrabal, justo un par de números más allá de la Casa Solans en la avenida Cataluña. Como a esa margen izquierda del río no había Dios quien viviera y en aquellos tiempos debía de ser extremadamente laborioso ir del centro hasta el extrarradio, decidió edificar una casita de campo en la que pasar las jornadas de trabajo, tener sus reuniones y vigilar la fábrica, junto a ella. Era como ese despacho que todos queremos tener pero multiplicado por un millón, porque esa «casita» no estaría pensada para dormir ni para hacer vida más allá de las obligaciones propias del día a día.
Así pues, la Casa Solans se construye entre 1918 y 1921, siguiendo el proyecto del arquitecto zaragozano Miguel Angel Navarro. El resultado fue una singular arquitectura ecléctica con una ornamentación modernista (durante muchos años fue llamada «La Casa de los Azulejos» y su apariencia debía de ser todavía más encantadora con esas vidrieras de colores de «La Veneciana», hoy perdidas) e historicista (nada más clásico que esos signos del zodiaco en la fachada que representan a las cuatro estaciones).
En 1926 fallece Juan Solans y aunque su mujer se instaló en la casa, el hecho de no tener descendencia directa hizo que en los 70 acabara en manos de una inmobiliaria que no la cuidó especialmente. Se fue echando a perder de forma escandalosa hasta que en 1995 Luisa Fernanda Rudi tuvo la excusa para intentar tirarla abajo y así poder construir en un suculento solar. Por suerte, Antonio Gaspar presentó una moción que lo impidió y en 2003 fue quien impulsó su recuperación, tras la declaración del palacete como BIC.
Desde 2005 hasta el 2015 fue la Oficina de Naciones Unidas de apoyo al Decenio del Agua. Todo el interior se habilitó para albergar a los trabajadores y tareas propias de algo tan funcional que no parece posible un envoltorio como el que nos detallaron en la visita guiada.
En la actualidad, la Casa Solans pertenece al Ayuntamiento y la intención es que recupere su uso público, albergando algún servicio o labor (la cual yo ya me imaginé desempeñando conforme exploraba sus rincones), después de tantos años sin uso, aunque ya es un logro la posibilidad de visitarla. Está prohibido hacer fotos o grabar una vez que cruzas la puerta de entrada, sin embargo, pude disparar un par de veces de forma nerviosa para que os hagáis una idea de lo que cuento:
Por un lado, os contaba mi desilusión al descubrir ese interior tan desangelado –aunque bastante bien están algunos detalles como suelos y techos para haber soportado tantos años de actividad vandálica–; pero por otro, prefiero que lugares con historia que forman parte de nuestro patrimonio tengan una vida útil y sirvan para dar servicio a la sociedad.
Así que espero que esta casa de ensueño que nunca podré alquilar sea de utilidad para los zaragozanos y su finalidad nos permita seguir disfrutando de ella muchos años más (por lo menos hasta que pueda montar una Fundación y la convierta en museo, o algo así).
Muy buen artículo, muy bien documentado y muy bien escrito, con unas fotos magníficas.
Me voy a apuntar a la visita, ya.
Un abrazo, Bea
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¡Muchas gracias, Carmen! Qué contenta me ponen siempre tus comentarios. Tienes que ir y dejarte llevar, es un viaje al pasado (si te olvidas de todo lo malo que le han hecho a la pobre casita). Un beso!
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Una muy buena entrada. Me encanta. Besos a tu alma.
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